Y no dijo más, pues no podía.
Ni adiós.
Calló las palabras más bellas, las que tuercen la boca, las que incomodan los
ojos, las que rompen el alma.
Hizo un gesto de aprobación, arqueó las cejas y sonrió levemente.
Quedó allí, en el punto de partida de todas las cosas, respirando, orgulloso y triste,
pero en paz.
-Somos lo que hacemos en la vida- murmuró. Lo grandioso, lo grande y lo pequeño. Lo pequeño y lo minúsculo. El amor que damos y el que nos regalan. Todo eso somos, aunque, al fín, no somos nada-.
-Porque, por mucho que hagamos, es poco para pagar la cuenta- pensó.
Y se fué.
lunes, 18 de mayo de 2009
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